viernes, 4 de febrero de 2011

Opinión, 16 de Agosto de 2007

Opinión, 16 de Agosto de 2007

No iba todo tan bien (entre signos de interrogación)

Santiago Niño Becerra

Lo de arriba no va con segundas, de verdad, ¡va con primeras!.

Ahora resulta que Europa está enlenteciendo su crecimiento: en el segundo trimestre del año en curso, el incremento medio del PIB de la UEM ha sido el 40% inferior a la cifra mínima que se había previsto; ¡el 40%!. De todos modos, yo me quedo con otra cifra: el crecimiento de la producción industrial en el primer semestre del 2007 se ha desacelerado el 51,06%, ni más, ni menos. Vuelvo a repetir el título de hoy: ¿no iba todo tan bien?.

A finales del pasado año, el aún director gerente del FMI, el Dr. Rodrigo Rato dijo en el meeting que el organismo celebró en Singapur que el mundo iba bien; presidentes de bancos centrales, altos cargos de instituciones de reconocido prestigio, como la OECD o del BM han ido diciendo en los últimos meses que el crecimiento era robusto; altísimos ejecutivos de corporaciones transnacionales han estado pregonado las bondades de la situación económica mundial; lo recordarán, y, si no, ahí están las hemerotecas. Si embargo ahora resulta que está pasando lo que todos podemos ver. ¿Inutilidad profesional?, ¿intereses inconfesables?, ¿pura inevitabilidad?.

De entre las perlas de estos últimos días me quedo con la que reproduzco; la ha dicho M. Jean-Claude Trichet, ya saben quien es: “Estamos presenciando una evolución de las condiciones del mercado monetario que supone un progresivo retorno a la normalidad” (J.P. Velásquez-Gaztelu, “Trichet hace un llamamiento a la calma”. El País 15.08.2007, Pág. 56). Ya sé que significa eso, pero, ¿qué demonios quiere decir?.

De las tres alternativas que planteaba unas líneas más atrás, yo, sinceramente, me quedo con la tercera, aunque no eliminaría total y absolutamente las otras dos. Sé que Uds. son inteligentes (e inteligentas, aunque no se diga), pero voy a repetirlo porque es fundamental que quede muy claro: esta situación, la crisis que ya hemos comenzado, es consecuencia de que la filosofía en la que se ha estado basando nuestro sistema en los últimos 190 años se ha agotado, así, pura y simplemente. Y no es ninguna tragedia: en los últimos dos mil años ha sucedido en otras ocasiones, lo que pasa es que esta vez nos ha tocado vivirlo a nosotros.

Como decíamos en días pasados, los bancos centrales pueden inyectar liquidez en el sistema, los responsables de las políticas monetarias pueden reducir los tipos de interés, los países pueden acordar desarmes arancelarios, pero eso, hoy, y en los próximos años, no va a servir absolutamente para nada porque esas medidas suponen continuar actuando con la misma filosofía, y precisamente es la filosofía lo que se ha agotado. Es como si en la Inglaterra de principios del siglo XIII, cuando la filosofía del sistema feudal ya estaba agotada, el rey Juan hubiese decidido que para arreglar los problemas que se le venían encima, lo mejor que se podía hacer era mejorar la limpieza de sus castillos.

Crisis hipotecaria, sí, pero motivada por la búsqueda de mayores y continuados beneficios; juguetes que incumplen normas de seguridad, baterías de teléfonos que se sobrecalientan, también, pero debido a que se buscan reducciones masivas de costes a fin de incrementar exponencialmente las ventas; creciente número de personas que tienen serios problemas para llegar a fin de mes, cierto, pero en su origen se halla un hiperendeudamiento permitido a fin de que consuman, y la búsqueda de una creciente productividad que hace cada vez menos necesario el factor trabajo.

No es un tema de tipos de interés altos o de liquidez escasa, por lo que la solución no va a llegar reduciendo los tipos o aumentando la cantidad de pasta en el sistema. Lo que ya estamos metidos es inevitable: va a pasar, más vale que todo el mundo se vaya haciendo a la idea; y la solución vendrá por el cambio de la filosofía en la que se sustenta el sistema, cambio del que ya se vislumbran cosas; ¿qué cosas?, pues el creciente pago por acceso al uso, las llamadas a la ‘responsabilidad’, la formación de grupos y la reducción de los partícipes, y la llegada de elementos regulatorios; son sólo ejemplos, pero son la avanzadilla de lo que va a venir; y ya está aquí.

Santiago Niño Becerra. Catedrático de Estructura Económica. Facultad de Economía IQS. Universidad Ramon Llull.

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